¡¡ SÍ SE PUEDE!! CAMINOS AL DESARROLLO Y AL ESTADO DE BIENESTAR
- Subir por la escalera que conduce al desarrollo. Todos los países hoy desarrollados ―comenzando por Inglaterra, y posteriormente Estados Unidos, Alemania, Japón, etcétera― basaron sus estrategias de industrialización en la protección de sus mercados internos y en robustas políticas industriales y de innovación. Pero después de que cada uno de ellos alcanzó la cumbre de la industrialización, predicó el fundamentalismo de mercado (la fe ciega en el libre comercio y en la mano invisible del mercado para asignar eficientemente los recursos), intentando así “retirar la escalera por la cual había trepado para impedir a otros trepar tras él” (F. List, economista alemán). No obstante, los países que se han industrializado después (Corea del Sur, Taiwán, etcétera) no hicieron caso a las prédicas del fundamentalismo de mercado y subieron por la misma escalera del comercio administrado y de las políticas industriales y de innovación, aprovechando el impulso del mercado mundial. Más recientemente, las exitosas economías emergentes (China, India, etc.) tampoco han asumido la ideología de la infalible mano invisible del mercado, sino que han aplicado políticas comerciales, industriales y de innovación orientadas a la generación de capacidades competitivas, utilizando la misma escalera que conduce al desarrollo. La opción de México es obvia.
- Romper nuestra trampa de inequidad.La existencia de un sistema incapaz de reducir la pobreza y la desigualdad se perpetúa por la desigualdad de representación política que conduce al establecimiento de instituciones que favorecen sistemáticamente a quienes más tienen. Sin embargo, la historia universal muestra que es factible romper estos círculos viciosos de desigualdad mediante la construcción de amplias coaliciones de fuerzas sociales y políticas. Por ejemplo, hasta comienzos del siglo XX los países europeos hoy desarrollados tenían elevados niveles de desigualdad, pero en el transcurso de dos décadas lograron reducir drásticamente la desigualdad mediante el establecimiento de generosos estados de bienestar basados en impuestos progresivos sobre el ingreso, que fueron promovidos por una oleada de alianzas de fuerzas políticas y sociales comprometidas con el desarrollo incluyente y la democracia de calidad. Todavía en 1960, cuando estos países habían ya consolidado sus estados de bienestar, su PIB per cápita medido en dólares constantes de 1990 corregidos a paridad de poder adquisitivo (PPA) era similar al que México tiene ahora (el de Finlandia era de 6,230 dólares PPA de 1990; el de Francia, de 7,398; el de Alemania, de 7,705; el del Reino Unido, de 8,645; mientras que el PIB per cápita de México en 2008 fue de 7,979 dólares PPA de 1990), pero al romper sus trampas de inequidad esos países abrieron los cauces de un desarrollo económico más acelerado mediante un mercado interno muy dinámico, una población con mayor escolaridad, más saludable y socialmente cohesionada. Lo mismo han hecho los demás países hoy desarrollados, incluidos los de nueva industrialización, como Corea del Sur que logró romper su trampa de inequidad a través de una singular coalición de fuerzas políticas y sociales pro-bienestar que se montó en la ola de la democratización.
- Transitar a una estrategia posneoliberal de desarrollo. En nuestra propia América Latina está comprobado que sí se puede. Por ejemplo, cuando Néstor Kirchner llegó a la presidencia de Argentina impulsado por una amplia coalición de fuerzas políticas y sociales, encontró a su país hundido en una profunda crisis: el PIB había caído 16.5% en 2002, la deuda externa representaba el 152.7% del PIB; la pobreza había saltado del 23.7% en 1999 al 45.4% en 2002; etcétera. Pero Argentina se levantó como por arte de magia mediante dos decisiones soberanas impulsadas por la coalición encabezada por Kirchner: 1) salvar al país primero y después servir la deuda externa, previa renegociación; 2) pasar a una estrategia económica posneoliberal, que incluyó un amplio programa de obras públicas, una política de tipo de cambio real competitivo, una política industrial y comercial activa, la conversión del mercado interno en motor del desarrollo vía aumento del empleo genuino y del salario real, un significativo incremento del gasto social, y un presupuesto estructuralmente equilibrado mediante el aumento de la recaudación “allí donde hay real capacidad contributiva”. Con esta estrategia el PIB argentino, medido en dólares constantes corregidos a paridad de poder adquisitivo (PPA), creció a una tasa media de 6.3% anual durante el periodo 2003-2011, y el PIB per cápita creció a una tasa de 5.2% anual, con un crecimiento acumulado per cápita de 58.1% en dicho lapso; los salarios mínimos reales (medidos en dólares constantes PPA, de acuerdo con cifras de la OIT), aumentaron 348.2% durante el periodo 2003-2011, y los salarios medios reales subieron 125.9%; la pobreza (según cifras de CEPAL) disminuyó del 45.4% de la población en 2002, al 5.7% en 2011, y la indigencia se redujo del 20.9% en 2002 al 1.9%. Fue el premio a la soberanía económica, a la audacia y la iniciativa histórica. (Después de 2011, la política económica argentina se fue apartando de los principios posneoliberales de la estrategia de Néstor Kirchner, dando lugar al deterioro macroeconómico de Argentina, lo que propició ―en conjunción con problemas de orden político― el ascenso al poder de la coalición neoliberal encabezada por Mauricio Macri).
Poco después de iniciada la experiencia kirchnerista en Argentina, una amplia coalición de fuerzas políticas y sociales llevó a la presidencia de Uruguay a Tabaré Vázquez en 2005, quien fue sucedido en 2010 por José Mujica y éste nuevamente por Tabaré en 2015. En sus primeros doce años de gobierno posneoliberal, el PIB de Uruguay creció a una tasa media del 4.4% anual, y el PIB per cápita creció a una tasa de 4.1% anual, con un crecimiento acumulado per cápita de 68.2% en el periodo 2005-2017; los salarios mínimos reales (medidos en dólares constantes PPA, de acuerdo con la OIT) crecieron 248.4% durante el periodo 2005-2016, y los salarios medios reales crecieron 62%; la pobreza se redujo del 39.9% de la población en 2004, al 9.4% en 2016; y la indigencia disminuyó del 4.7% a 0.3%. (Durante esa misma década de los dos mil, amplias coaliciones de fuerzas sociales y políticas con programas posneoliberales de desarrollo triunfaron también en otros países de América Latina, reconfirmando que ¡sí se puede! Ciertamente, las experiencias posteriores también indican que para preservar las transformaciones posneoliberales hay que asegurar: la congruencia entre las políticas macroeconómicas, industriales y de elevación del bienestar social; la adhesión a los valores de la democracia, la transparencia y la rendición de cuentas; y la cohesión de las coaliciones sociales y políticas promotoras del desarrollo nacional incluyente).
- Este es nuestro reto: reconstruir conscientemente la autoestima del pueblo mexicano, la confianza en nosotros mismos, la seguridad plena de que podemos forjar un futuro mejor mediante una amplia coalición de fuerzas sociales y políticas para la reconstrucción de nuestra nación.